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Escultura colonial quiteña : arte y oficio / Ximena Escudero Albornoz

Por: Tipo de material: TextoTextoEditor: [Quito] : Trama, 2007Descripción: 368 páginas : ilustraciones, gráficas, fotografías ; 31 cmTipo de contenido:
  • texto
Tipo de medio:
  • no mediado
Tipo de soporte:
  • volumen
Tema(s): Clasificación CDD:
  • 735.9866 E749es 2007
Resumen: Quito ostenta con orgullo su título de Patrimonio Cultural de la Humanidad, justo reconocimiento a los tesoros artísticos y arquitectónicos que posee. Uno de ellos, es el conjunto de trabajos escultóricos que produjo la habilidad de indios y mestizos para crear las maravillosas imágenes religiosas, -Cristos, Marías, santos, ángeles, querubines-, así como los espléndidos artesonados, mamparas, retablos, púlpitos, coros que, con la profusión de elementos policromados, el fulgor del pan de oro y los espejos sobre el carmesí del fondo, los complejos y enrevesados altorrelieves, crean el ambiente exuberante de las iglesias quiteñas que tanto nos impresiona. Desde los primeros tiempos de la colonización española los habitantes de Quito demostraron una notable capacidad para adquirir con rapidez los conocimientos y técnicas artísticas vigentes en Europa, aprendiéndolas en las escuelas de artes y oficios establecidas por las órdenes religiosas, -como la de San Andrés de los franciscanos flamencos Jodoco Ricke y Pedro Gosseal-, que les permitió reproducir las imágenes de origen europeo traídas en la empresa española de conquista y colonización de las tierras americanas en la que, a la par de los soldados, llegaron los religiosos que contaban con las imágenes como herramientas de valor pedagógico para la conversión a la nueva religión. Y aunque la práctica artística fue fundamentalmente de imitación de modelos y cánones europeos, en los talleres y obradores quiteños se produjeron imágenes de gran calidad, con personalidad propia y características estilísticas unitarias en el conjunto, la “escuela quiteña” según varios especialistas, en la que surgieron de entre los cientos de autores anónimos, nombres como los del Padre Carlos y “Pampite” en el siglo XVII, Bernardo de Legarda y Miguel Chili “Caspicara” en el XVIII, que alcanzaron renombre y celebridad. Fue tal la calidad de la factura de las esculturas quiteñas en madera policromada que alcanzaron gran reconocimiento y fueron demandadas no solamente para ornamentar las iglesias y conventos quiteños sino en otros pueblos de la Audiencia y aún en otras regiones como Colombia, Perú, Chile, México, Cuba, Panamá, Venezuela e incluso España e Italia
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Tipo de ítem Biblioteca actual Colección Signatura Copia número Estado Fecha de vencimiento Código de barras
Libro Libro Juan Montalvo Sala general Col. General 735.9866 E749es 2007 (Navegar estantería(Abre debajo)) Ej.1 Disponible 00010740

Incluye bibliografía (páginas: 361-364)

Quito ostenta con orgullo su título de Patrimonio Cultural de la Humanidad, justo reconocimiento a los tesoros artísticos y arquitectónicos que posee. Uno de ellos, es el conjunto de trabajos escultóricos que produjo la habilidad de indios y mestizos para crear las maravillosas imágenes religiosas, -Cristos, Marías, santos, ángeles, querubines-, así como los espléndidos artesonados, mamparas, retablos, púlpitos, coros que, con la profusión de elementos policromados, el fulgor del pan de oro y los espejos sobre el carmesí del fondo, los complejos y enrevesados altorrelieves, crean el ambiente exuberante de las iglesias quiteñas que tanto nos impresiona. Desde los primeros tiempos de la colonización española los habitantes de Quito demostraron una notable capacidad para adquirir con rapidez los conocimientos y técnicas artísticas vigentes en Europa, aprendiéndolas en las escuelas de artes y oficios establecidas por las órdenes religiosas, -como la de San Andrés de los franciscanos flamencos Jodoco Ricke y Pedro Gosseal-, que les permitió reproducir las imágenes de origen europeo traídas en la empresa española de conquista y colonización de las tierras americanas en la que, a la par de los soldados, llegaron los religiosos que contaban con las imágenes como herramientas de valor pedagógico para la conversión a la nueva religión. Y aunque la práctica artística fue fundamentalmente de imitación de modelos y cánones europeos, en los talleres y obradores quiteños se produjeron imágenes de gran calidad, con personalidad propia y características estilísticas unitarias en el conjunto, la “escuela quiteña” según varios especialistas, en la que surgieron de entre los cientos de autores anónimos, nombres como los del Padre Carlos y “Pampite” en el siglo XVII, Bernardo de Legarda y Miguel Chili “Caspicara” en el XVIII, que alcanzaron renombre y celebridad. Fue tal la calidad de la factura de las esculturas quiteñas en madera policromada que alcanzaron gran reconocimiento y fueron demandadas no solamente para ornamentar las iglesias y conventos quiteños sino en otros pueblos de la Audiencia y aún en otras regiones como Colombia, Perú, Chile, México, Cuba, Panamá, Venezuela e incluso España e Italia

Arquitectura

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